PILAR ESPINOSA
Que las betarragas no sólo sirven para una ensalada lo sabe mejor que nadie Elisia Lemunao. Vive en Llamuco Bajo, cerca de Pillanlelbún, en La Araucanía, y como muchas mujeres mapuches de mediana edad, creció entre husos, telares, lanas y tintes de colores.
De la misma agua en que hierve las betarragas saca un color muy vivo y fácil de conseguir, porque ella misma las cultiva en su huerto.
Para lograr tonos verdes, hierve hojas de quila y para el rojo utiliza flores y follaje de notros. También aprovecha las raíces, frutos, hojas, corteza y flores del maqui, boldo, nalcas, ciertos líquenes, chilcos y fucsia.
Son algunas de las especies que dan colorido a los tejidos artesanales mapuches y no es mucho más lo que actualmente se ocupa. Lo que cambia las tonalidades son las proporciones y las mezclas, en un proceso que requiere paciencia.
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